Así como empezó, terminó, si una razón,
sin un porque, sin importar el riesgo,
sin un gusto, y sólo, tal vez, por sentirnos bien.
Así como llegó, se fue, sin explicación,
como una locura sin principio, ni fin.
Llegó como una oportunidad,
como un resguardo de nosotros mismos, como una luz,
sin lógica, sin fuente, sin destino,
sin inspiración… sin nada.
Bajo la tranquilidad de una noche desierta, con el afán de irnos sin querer hacerlo, tomamos un suspiro bajo las estrellas en el balcón de mi inspiración, y encontramos el momento perfecto para hacer lo que por mucho tiempo habíamos prolongado, en contra de nuestros sentimientos.
Mirándonos fijamente detuvimos el tiempo, y el silencio se apodero de nosotros en unos mágicos minutos que sentimos eternos…
No existe en este universo infinito
y en expansión algo tan mágico,
honesto y hermoso como el amor de una mujer,
en donde cada hombre,
jamás encontrará en su existencia
algo parecido a su perfección.
Somos nosotros,
hombres con inmensas batallas ilógicas
quienes tenemos la bendición
de tenerlas a nuestro lado.
Ellas no quieren que las entendamos,
y aunque queramos, nunca lo podremos hacer,
porque nuestra mente se limita ante tanta belleza
y el amor que solo ellas nos pueden dar…
Ellas, han nacido para ser amadas,
cuidadas y deseadas, no para entenderlas…
Aunque al final son ellas quienes nos cuidan
y nos aman como solo una madre puede hacerlo.
Tú, mujer, amiga, amante, compañera y madre,
que ahora lees este pequeño mensaje de admiración,
comparado con todo lo que estamos obligados a darles,
quiero expresarte lo importante que eres en nuestras vidas distraídas
por el destino y que a veces olvidamos que estás ahí…
para los tuyos, para el mundo, para amarte…
Ahora puedo decir,
que no solo debemos amarlas,
sino también, admirarlas.
Me he enamorado del mundo que sólo existe en tus sueños, para despertar con la inspiración que duerme en los míos. Me he enamorado de los recuerdos que invaden mi destino; destino en el que no estás tú…
